La migración masiva hacia los países occidentales, lejos de cesar, sufre un considerable incremento debido a ocultos intereses políticos y económicos tanto en los países de origen que propician esta catástrofe humanitaria, como en los de acogida. Para los territorios de salida esta afluencia supone un modo de evitar el colapso poblacional y social, a la vez que se favorece la entrada de divisas provenientes de aquellos emigrantes que han logrado obtener unos ingresos económicos. Con esta partida multitudinaria los gobiernos eluden así sus responsabilidades dada la absoluta ineptitud para asumir las obligaciones con sus habitantes, cuyas necesidades serán cubiertas por los estados de acogida. Mientras que para los países de llegada la única ventaja es exclusiva de la clase política que ampara este tráfico de personas, de ciertas organizaciones no gubernamentales y algunos empresarios que pueden optar a una mano de obra barata.
lunes, 14 de diciembre de 2020
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