jueves, 17 de marzo de 2022

La quimera democrática en España

Siguiendo el ejemplo de la física, en política es mucho más fácil destruir que construir. El desmantelamiento del régimen franquista para posteriormente sustituirlo por la actual oligarquía de partidos tiene bien poco de encomiable; fue una empresa extremadamente fácil, chapucera y engañosa. La transición puede resumirse en una apuesta propia de un vulgar trilero donde al pueblo se le daba a escoger en un capcioso referéndum entre un pasado conocido y la promesa política de un futuro ilusionante. Y en eso se quedó, en una ilusión. Llamaron democracia a un sistema político donde no hay separación de poderes, donde los parlamentarios únicamente representan sus propios intereses (cleptocracia) y no los de los ciudadanos, donde predomina un régimen de corrupción sistémica que afecta a todas las instituciones, donde hay 17.621 cargos públicos y funcionarios gozando de la prerrogativa constitucional de aforamiento (impunidad), donde los gobernados no tienen un representante político al que dirigirse y donde no se garantizan ni los derechos establecidos en una constitución que más bien asemejaba una carta otorgada redactada al arbitrio de los siete ponentes que diseñaron el principio de la más oscura partidocracia. De aquel ordenado Movimiento Nacional, al cual juraron fidelidad quienes lo traicionaron, se pasó a un modelo político egoísta, caótico y cortoplacista. ¿Qué se puede esperar de quien incumple sus juramentos?
 
Se terminó cediendo ante una no tan mayoritaria coerción interna, las presiones internacionales y las exigencias externas para adaptar el régimen a un prototipo de Estado democrático europeo compatible con el Mercado Común y otras organizaciones internacionales, logrando llevar a cabo una reforma política que, al menos en apariencia, parecía consolidar una democracia en España.
 
Nos pretenden convencer de que la democracia consiste en el simple derecho al voto, pero sin participación efectiva del conjunto social; el pueblo y el votante común, están excluidos de la toma de decisiones políticas. Una vez depositada la papeleta en la urna, el ciudadano medio es ignorado por los gobernantes. En esta falsa democracia, para abrir puertas, tener una concesión y/o ser oído en las altas esferas se precisa un carné de partido o ser amigo del político de turno. Se ha establecido un sistema cleptocrático engrosado con una extensa red clientelar.

lunes, 22 de marzo de 2021

Síndrome adámico

El trastorno victimista de la izquierda invalida sus argumentos al eludir su propia responsabilidad. No importa la causa real de un hecho, la culpa siempre es del otro. Esta es una de las máximas más comunes entre los políticos, quienes revelan con ello el más recalcitrante síndrome adámico. Incluso cuando el daño ha sido causado por uno mismo, la infracción debe ser atribuida al adversario, evitando que la crítica recaiga sobre el auténtico autor. Se trata de rentabilizar el perjuicio. Por muy inmoral que parezca, resulta una táctica efectiva.

viernes, 19 de marzo de 2021

Nihilismo político

«Echad los prejuicios por la puerta: volverán a entrar por la ventana». (Federico II el Grande)

Una parte de los votantes se identifica con la derecha y otra con la izquierda, en ambos casos con la misma esperanza de que los que representan su respectiva ideología cambien la situación generada por el partido contrario o bien que se mantenga la situación política dispuesta por sus afines. Siempre que se apoya a un partido prevalece el anhelo hacia un estado mejor, un deseo utópico que con demasiada frecuencia lleva a idealizar o sublimar un escenario político, social y económico que no se corresponde con la realidad. Entre la expectativa y el producto real media un elemento fundamental que impide la mejora plena de la sociedad: la propia naturaleza humana. Ésta conlleva un factor que se antepone a cualquier conformidad permanente: la lucha por la supervivencia que implica la aceptación genética de esa violencia inherente al ser humano y que estará siempre presente, incluso entre los miembros de un mismo partido que se enfrentarán entre sí para imponerse los unos sobre los otros.

A excepción de los líderes arribistas, abundan ilusos que buscan una quimera política esperando que la victoria de los suyos verdaderamente cambie la sociedad, sin advertir que el eterno enfrentamiento nunca cesará y que, aun eliminando a la oposición, subsistirán los conflictos que nuevamente la restituirán. El ser humano es insaciable, nunca está plenamente satisfecho. No es posible abandonar los intereses privados porque en la lucha por la supervivencia todo acuerdo simbiótico no es más que un mero instrumento para cada individuo, una extensión de su propio beneficio particular. La vigencia del consenso está supeditada al mantenimiento de las condiciones favorables para cada sujeto incluido en el acuerdo, lo cual se complica dado que la conformación de todo grupo es siempre jerárquica y, por tanto, existirá una reivindicación asimétrica. De esta manera, permanentemente surgirán exogrupos y la rivalidad entre comunidades o identidades no tendrá fin porque está biológicamente escrita en nuestros genes. El cisma y la disidencia son inevitables. Intentar que la oposición y las diferencias desaparezcan es como poner puertas al campo. La paz es imposible. Independientemente de quien gane, la corrupción, la codicia y la maldad continuarán existiendo, están en todas partes. El mal no distingue ideologías.

lunes, 14 de diciembre de 2020

Intereses detrás de la inmigración

La migración masiva hacia los países occidentales, lejos de cesar, sufre un considerable incremento debido a ocultos intereses políticos y económicos tanto en los países de origen que propician esta catástrofe humanitaria, como en los de acogida. Para los territorios de salida esta afluencia supone un modo de evitar el colapso poblacional y social, a la vez que se favorece la entrada de divisas provenientes de aquellos emigrantes que han logrado obtener unos ingresos económicos. Con esta partida multitudinaria los gobiernos eluden así sus responsabilidades dada la absoluta ineptitud para asumir las obligaciones con sus habitantes, cuyas necesidades serán cubiertas por los estados de acogida. Mientras que para los países de llegada la única ventaja es exclusiva de la clase política que ampara este tráfico de personas, de ciertas organizaciones no gubernamentales y algunos empresarios que pueden optar a una mano de obra barata.

lunes, 27 de abril de 2020

Lo fácil que resulta crear un falsa realidad

Cualquiera de nosotros puede componer unas coordenadas fantasmas, una mentira, una fantasía, una nueva "verdad". El culto a la retórica y oratoria desde la cultura helénica —y en civilizaciones anteriores— supone un ejemplo de lo atractivo que supone aceptar una "realidad" distinta, en algunos casos, hasta llegar a lo absurdo, pero bien envasado. El ser humano, en su aparente superioridad intelectual, transformadora y productiva, presenta al mismo tiempo una gran debilidad y dependencia hacia la comunicación con sus semejantes. Cuando abstraemos alguna información e intentamos asimilar un significado, no pocas veces interiorizamos una situación sin espacio ni tiempo en la realidad. Formamos una imagen para la que disponemos un lugar —espacio— en un registro o soporte físico. Damos una existencia temporal cada vez que evocamos ese algo, y aún sin llamarlo, permanece ya en suspensión desde su elaboración primera.

Con todo esto podemos preparar cualquier situación imaginable para hacerla verdad, aunque nunca haya sido empíricamente demostrable; ahora ya puede serlo, nuestro sistema cognitivo se sustenta en ello, en creerlo. Cuando se nos ofrece una noticia falsa, al mismo tiempo, se le da un tiempo y un espacio físico. Lo nunca ocurrido, aún desvelado como fraude informativo, pasa a ocupar una parcela de la realidad, tenemos un motivo de crítica, el sujeto del análisis lógico. También los animales y plantas recurren al crear confusión para su supervivencia: así como el carnívoro que pretende hacer ver que no está presente ante su presa, disimula la realidad, la engaña; el reptil que se camufla con el entorno natural para no ser cazado.

No, no todo lo que sucede en el tiempo y el espacio es objetivo y común a distintos observadores; cualquier situación pensada está inmaterialmente presente en un mínimo punto del todo. El único problema estaría en que la exportación de determinadas abstracciones o falsos "ser-estar", en principio inofensivos y sin mayor relevancia, se conviertan en una realidad común y general, negativa para el resto de individuos.

Sea como fuere, lo importante no es sólo identificar los elementos de la realidad, es preciso construir con ellos un soporte útil, práctico, productivo. De hecho, el tiempo se ha convertido en una secuencia de organización efectiva de la que nadie —o muy pocos— osan dudar. Lo mismo sucede con el espacio, que delimita la localización de toda acción.

jueves, 4 de julio de 2019

El triunfo de la mentira

En lugar de gozar de un auténtico sistema democrático en el cual los ciudadanos pueden ejercer el poder político, predomina en Europa una espuria democracia representativa y liberal donde los votantes únicamente pueden elegir en elecciones periódicas a un grupo de representantes previamente escogidos por su respectivo partido en una lista cerrada de candidatos que siempre terminan beneficiándose a sí mismos por encima de los intereses generales que deben gestionar. Para garantizar la continuidad de este sistema de gobierno es necesario contar con los medios de comunicación, los cuales son comprados para difundir los mensajes que convienen a las élites y legitimar su autoridad. Esta forma de democracia solo favorece a quienes pueden ejercer el poder y quienes pueden comprarlo, en detrimento de una mayoría no influyente. En esta oligarquía de partidos, también denominada partitocracia, se hace necesario poseer un carnet de partido para abrir puertas, prosperar y enriquecerse. Fuera del sistema establecido no se puede ser demócrata, no se puede ser un respetable ciudadano. La opinión pública es conducida por los medios desde las consignas que marcan los políticos de turno y sus respectivos grupos de presión, quienes fabrican ideas y directrices con la finalidad de amaestrar a la plebe y volverla acrítica. Una minoría decide lo que está bien y lo que está mal. El pensamiento divergente es castigado por el grupo, no convienen las voces discordantes que puedan cuestionar el régimen predominante. Se impone la falacia, la tergiversación mediática, la censura y el control informativo. La razón es suprimida de la vida pública para favorecer el juego de intereses privados que están ocultos. Otros piensan y deciden por ti, con lo que se diluye la responsabilidad colectiva. En estas condiciones la democracia es imposible. Vivimos permanentemente engañados por los políticos.

viernes, 17 de mayo de 2019

El paso del tiempo

Por la acción de Dios hubo un inicio en las coordenadas espaciotemporales, antes incluso de la "luz". Desde el día uno se rompió la infinitud temporal, porque si no fuera así, mañana no sería una jornada más, pero lo será, sin duda. Sólo podemos avanzar, nunca retrocedemos al ayer, salvo con la proyección archivada, irrepetible, una evocación falseada, ya no recuperable con la verdadera vivencia.

En cuanto a la percepción del fenómeno físico desde el fenómeno psíquico, lo captado tiene un contexto espacio-temporal en sí mismo, aunque para la impresión psíquica haya fenómenos aparentemente inespaciales o atemporales. La interpretación de la "realidad", en mucho subjetiva, tiene grandes limitaciones; depende de la combinación de la capacidad de abstracción (tanto de lo evidente como de lo asimilado de forma más compleja y artificialmente institucionalizada), de los estímulos, de la emotividad y la pasión vital (muchas veces distorsionando el conocimiento), y de las referencias previas. Esto nos llevaría a plantearnos si lo abstracto, no empírico, existe o no. La razón científica se vale también de la metáfora, la parábola. Por ello, y con la misma justicia, el conocimiento científico toma juicios dependientes de una "fe". El binomio espacio-tiempo podría ser un marco o contexto de la relación eterna que hemos adaptado como sistema de localización inteligible, vínculo entre lo perceptible y lo sublime, accesible por la fe hacia otra realidad.

Tenemos un tiempo y un espacio como magnitudes, "continentes de". Producto derivado del tiempo es la "edad" biológica, equivalente a la duración de la vida de los organismos como magnitud temporal (ciclos y evoluciones). Este aspecto, la "edad", puede verse como un efecto de la causa espacio-temporal, el resultado de su acción sobre los hechos y los seres. Concretamente para nosotros, materia eventualemente móvil y conjunto de fenómenos químicos y físicos, fijamos tal unidad como forma de delimitación del curso vital.

Cada ciclo cumplido supone el paso a otro estado más cercano a la pérdida de autonomía, cuya carencia final sería la muerte o nulidad de impulsos voluntarios. La vida, como sujeto del binomio, representa un desplazamiento de la materia propia y su incidencia sobre otros cuerpos físico-químicos (como la bola de billar a la que lanzamos contra otras que son movidas a su vez en el "espacio" asignado por el impacto). 

¿Cómo se explicaría entonces el deterioro material de los tejidos y la oxidación de las substancias? ¿Por qué motivo se produce esa transición en el estado físico-químico?. Partiendo de la Ley de la Conservación de Energía enunciada por von Helmholz, no puede ya haber un reposo absoluto, siempre habrá  movimientos y fluctuaciones, hasta el punto de que lo que está aparentemente inmóvil, sólo padece una dispersión notable de impulsos, y todas las energías que puedan afectar ese sujeto, están en alguna parte. Así, el contacto de unos cuerpos con otros produce un choque que dispersa las partículas constitutivas de la realidad, se dan tanto movimientos, como desprendimientos de un conjunto de unidades, o bien nuevas agrupaciones de las mismas. Cuando los cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio, ante su contacto, se produce una interacción relacionándose con otros. Fruto de la interacción se modifica el comportamiento, las propiedades y, sobre todo, la posición de los demás cuerpos vinculados a un campo de acción. De la ruptura de las unidades básicas por enfrentamiento, incluyendo las partículas y antipartículas subatómicas (carentes de masa), se genera una descarga de energía, de nuevo un desplazamiento, nada conocido escapa, como mínimo, al cambio de posición por un contacto. Media en todo ello esa interacción en la que también está presente el tiempo, como un obligado delimitador entre cada suceso y todo este proceso representa su efecto sobre la materia. Se trata, pues, de etiquetar la cadencia cósmica, de obligada e inevitable presencia. Tenemos un ingrediente del fenómeno, lo que media entre el antes y el después de 'ser'.

Si nos remitimos a la "eternidad" general como negación de un pasado, presente y futuro, podemos llegar a plantearnos un "no inicio", …pero estamos aquí, …y hemos empezado a ser alguna vez; ¿o siempre fuimos?. Podemos contestar por casos concretos: la Tierra no fue siempre tal, lo que es, sino que formaba parte de otro cuerpo; cada uno de nosotros es diferente de lo que era antes de existir como lo que es ahora. Pero todo procede de un "algo" eterno, material o no, una fuerza sublime generadora de lo demás al principio del tiempo (al provenir de lo intemporal). Cabe destacar la teoría del eterno retorno de Nietzsche (presente en la Aurora y La gaya ciencia de su segundo período ilustrado), a su vez recogida con anterioridad de los griegos, que establece la concepción circular del tiempo, sin inicio ni final.

¿Cuál es la segmentación del conjunto de circunstancias relacionadas, qué las mantiene vinculadas? ¿El espacio, el tiempo, la materia, la nada? Sabemos que existe una tendencia universal a la regularidad, un orden que a veces se rompe en los procesos físicos y químicos. Esto podría conducirnos a la existencia de una ley de leyes originaria, la ansiada armonía cósmica matematizada de los antiguos pensadores griegos, así empleaban los términos arjé, principio, y diké, referido al ordenamiento justo. Para Tomás de Aquino, que también contaba con la influencia helénica, esto respondía a la idea de una creación continua de la existencia efectuada por Dios.

Llamamos tiempo a un segmento de la cadencia entre actos. Estos se iniciaron con un primer acto proveniente de la existencia anterior a la materia. Del mismo modo, denominamos espacio a otra sucesión de intervalos, aparentemente ocupados o libres de fragmentos de materia, siendo esta el "resultado potencial" del acto.       

Michael Friedman no oculta el problema de especificar algo abstracto, el tiempo. Además, el hecho experimentable, como bien plantea Einstein, está  limitado por el punto de observación, que tampoco es en ningún caso posible tener una percepción general y absoluta del movimiento en el ámbito del estas coordenadas, que serían referencias distintas para cada observador.

Se propone una "estructura geométrica del espacio-tiempo y los campos de materia", aportando una organización "geométrica" de los mismos. Se intenta configurar con ello una base analizable, representable, en la que se pueden realizar los cálculos de lógica que rigorizan su fundamento argumentativo. Friedman evoca la exposición de Adolf Grünbaum sobre la distinción de la masa como "puntos ocupados con densidad de masa no nula", y la "simultaneidad topológica" anterior o posterior al hecho físico, relacionando la masa con las dos coordenadas. Plantea la "fisiquización" y la mencionada composición 'geométrica' que permita su "investigación empírica", como si de campos y formaciones atómicas se tratase, representables en trayectorias curvas.

El "reposo absoluto", como trayectoria con sus puntos en igual posición, no es posible, sólo con carácter relativo hay un reposo; todos los cuerpos no convergen en un mismo punto (donde se unificarían en su recorrido), sino que siguen cauces distintos. De hecho, Friedman niega la existencia de un único espacio tridimensional, en su lugar hay espacios simultáneos en diferentes posiciones.  

Otro punto de análisis es el "siempre", que no es atemporalidad ni suspensión del tiempo; es monotonía, una tendencia o inercia. De lo que deducimos que "nunca" es lo no dado, no existente en ninguna posición. Asimismo, el momento inicial, el tiempo cero, parte de la intemporalidad, donde ya había energía, pues siguiendo su Ley de la conservación, esta nunca desaparece, en todo caso, se puede dispersar en el espacio. Por lo tanto hubo y hay una energía primera, infinita en el tiempo, que contextualiza un todo.

Se plantea que el origen atómico, lo que Georges Lemaître llamó "huevo cósmico", ha de tener un origen, hay una energía y masa eterna, estable; pero esto es imposible porque esa estabilidad intemporal se rompió con la 'gran explosión' y además tenía que haber unas fuerzas que lo mantuviesen estable. Se ataja el problema exponiendo el escenario básico de "un gas extremadamente disperso", acercándose a la idea del griego Anaxímenes de Mileto sobre una generación cósmica por condensación y enrarecimiento del aire. Hay otras hipótesis, como la del 'principio cosmológico perfecto' que proclama la regularidad absoluta inicial, no habiendo sitio para puntos de ruptura; o la 'teoría de la creación continua' (defendida por Fred Hoyle, por ejemplo), donde el hidrógeno se formaría de la nada, así se crearía la materia sucesivamente. En este último caso, sustituyendo la nada por un el 'acto puro', Dios, enlazaríamos con la formulación tomista.

Se presenta una coexistencia de fuerzas que generan el universo material: la "antimateria" formada a partir de un conjunto de "antiátomos" opuestos a la "materia", pero ambas dotadas de energía.