martes, 5 de mayo de 2009

Economicismo teológico: los principios vitales

Poseemos una innegable naturaleza mercantilista. El hombre negocia hasta cuando está rezando. Las relaciones sociales se basan en un intercambio de algo. Es un fenómeno natural y no debemos ocultarlo. La Iglesia debe contribuir al intercambio de recursos. Toda comunidad o asociación ajena a esta realidad está condenada a la marginación y a la absoluta dependencia de la voluntad o arbitrariedad de otros. Esto sí es negativo, esto sí conlleva el origen de otros males.

Es un error que la Iglesia se mantenga al margen. Debería contar con algún tipo de delegación o representación en las estructuras emergentes. Las relaciones sociales, políticas y económicas con nuestros vecinos árabes orientan un paulatino cambio de actitud. El ejemplo lo tenemos en Marruecos, país aliado e importante socio comercial. Pese a las superficiales diferencias, encontramos intereses comunes, una pretensión de ampliar mercado y favorecer la expansión financiera. De hecho, la banca española está muy vinculada a la marroquí, lo que garantiza la estabilidad en las relaciones. Aquí, incluso me atrevo a sugerir la participación de nuestra Iglesia como entidad propiciadora del desarrollo industrial norteafricano en colaboración con los representantes de la religión islámica. La Iglesia católica debería tomar la iniciativa en materia económica, desarrollo industrial y vinculación entre sociedades y culturas. Buscamos un soporte tangible, un necesario de vida: la economía.

La Iglesia puede servir de puente entre los distintos centros de producción y distribución; en la fase de localización de recursos, formación de equipos técnicos y ejecutivos —no es una novedad—, sin descartar otras tareas de cooperación social y religiosa (grupos mixtos cristiano-musulmanes) e integración sociolaboral, actividad que cierra hacia la misma inclusión en el sistema de mercado, garante de la libertad del individuo.

1 comentario:

Funcionario's blog dijo...

Totalmente de acuerdo. Unos más que otros, claro.